Aunque en el físico diste bastante del querido Sancho Panza, me veo identificado con él al recordar el mes de peregrinación por tierras españolas que hice junto a mi padre, don Edmundo Gelonch Villarino, un auténtico Quijote. El diálogo cervantino que titula este escrito me vino a la mente al pensar en los miles de turistas que visitaron España simultáneamente con mi padre. Sin menospreciar a nadie, pienso ¡qué diferencia abismal en las motivaciones e intereses entre unos y otros! Muchos habrán pisado suelo español, pero pocos lo besaron con sus pies como lo hizo papá en cada paso que daba animado por la gratitud y el amor a la patria que forjó su espíritu… Miles habrán venido a conocer España, mientras que este hidalgo que la llevaba grabada en el alma como parte de su identidad, vino a recordarles a los españoles su grandeza única… Muchos habrán sido andantes, pero pocos tan caballeros…, pocos tan agradecidos con esta patria y tan felices de contemplar su grandeza.

No pretendo en estas líneas hacer un panegírico de papá, que sería interminable recordando las glorias de su vida y su muerte, sino solo abrir el alma y dejar que fluya la gratitud al Buen Dios por el inmenso regalo que me hizo al permitirme compartir el último mes de vida de mi padre paseando por la amada madre patria España. Ante la figura de este Quijote, ¡cómo no gloriarme de haber sido su Sancho!
Un entero regalo de la Providencia
De punta a punta este viaje fue una obra maestra de la Providencia Divina. Más aun, puedo afirmar esto ante la repentina muerte de papá a tan solo 13 días de regresar del viaje. ¡ver a su hijo menor después de más de cuatro años, visitar su España amada, hablar a los jóvenes españoles de la grandeza en la obra de la hispanidad! ¿Qué más podía esperar? Dados los hechos, ahora uno comprende que Dios completó su obra, la maduró y cosechó el fruto. Laus Deo.
¿El ciento por uno… la añadidura? Llámese como quiera este regalo que nos hizo Dios. Lo cierto es que sin siquiera pensarlo yo, el Señor movió un corazón generoso que al enterarse de que hacía mucho que no veía a mi padre se ofreció espontáneamente a pagar todo el viaje. A esta alma buena, que se había encariñado con papá leyendo algunos de sus escritos, le parecía justo que Edmundo visitara a su benjamín…
Así, sin mucha preparación y con mucho de aventura surgió esta visita de papá. Buscamos que coincidiera con las fechas de las jornadas de formación de universitarios, para que papá pudiera dar alguna conferencia sobre la Hispanidad…
Acompañando al Quijote
Hacía cuatro años, 8 meses y tres días desde el último abrazo que nos habíamos dado con papá al despedirnos en Mendoza, cuando yo viniera a la misión en España. Y el 13 de agosto Dios nos regaló volver a abrazarnos al llegar él al aeropuerto de Madrid. Venía cansado del viaje, y creo que ese cansancio se mantuvo casi el mes entero, pero no impidió que visitáramos unos 26 sitios, entre Catedrales, museos, monumentos, en 9 ciudades, en casi dos semanas. Papá tenía un problema de insuficiencia cardíaca crónica que provocaba que se cansara pronto, por lo que había que ir a un ritmo lento, descansado.
Apenas llegado, ya comenzó a darle sabor al viaje, cuando ante las escaleras mecánicas que nos sacaban de las profundidades de la tierra del subte en Madrid, papá agradeció el ahorro de esfuerzo, recordando una coplita que dijera su abuelo:
para las cuestas arriba
tengo mi mulo
que las cuestas abajo
yo me las subo
¡Qué gusto me daban este tipo de comentarios que hacían amenas todas las situaciones valiéndose del legado sapiencial de nuestros mayores!
Previendo que este escrito se va a extender no detallo mucho de los sitios visitados, más bien destaco algunas cosas. Fue una gracia participar de la inauguración del convento de la casa provincial de las Servidoras en Madrid, donde con gran caridad nos alojaron. Desde allí, en un auto rentado, que sacó a relucir el espíritu quijotesco de papá, visitamos los alrededores de Madrid (Toledo, El Escorial, Valle de los Caidos), y luego Segovia, Burgos, Vivar del Cid, Santo Domingo de la Calzada, San Millán de la Cogolla, Valvanera, Zaragoza, Barbastro, El Pueyo, Torreciudad, para finalmente dejar el coche en Barcelona, desde donde volábamos para Tenerife, a descansar al Monasterio de Nuestra Señora de El Socorro.
Digo lo de auto porque fue una verdadera aventura, ya que era con caja automática y papá nunca había conducido algo así (debió conducir él, por mi falta de carnet español), y sin embargo, como montados en un nuevo Rocinante, recorrimos casi 3000 km. Es justo agradecer la exquisita caridad de tantos miembros de nuestra familia religiosa que nos fueron alojando y sirviendo a lo largo del camino; y más justo aún extender el agradecimiento a mis superiores que me permitieron hacer esta peregrinación con papá.
Paseando por España
Más allá de la innegable emoción de visitar lugares hermosos, de gran importancia histórica, lo que hacía única estas visitas era la presencia de papá. Rezar junto a él por estos hombres que nos precedieron en la fe, admirar sus hazañas esperando alguna vez imitarlas. ¡Qué alegría la de papá al visitar a sus abuelos, como él los llamaba! Siempre insistía que lo que sabía de historia española era por investigar en “chismes de familia”, pues lo aprendió estudiando la genealogía familiar.
Es imposible en letras y papel contar la experiencia de recorrer España al lado de Edmundo Gelonch Villarino. Ni un millón de guías turísticos podían suplir a este hombre, que hablaba de lo que sabía por ciencia de amor, como un sabio. Quienes lo conocieron y tuvieron el gusto de escuchar sus explicaciones visitando las reducciones jesuitas de Córdoba (Argentina) podrán comprender algo de lo que digo. Pero siendo España más rica cultural e históricamente que Córdoba, la figura de papá se agigantó, y fue sacando de las riquezas de su memoria prodigiosa y de su sabiduría madurada por la fe, anécdotas, poesías, reflexiones que hacían de cada visita una auténtica y estricta contemplación. Tenía el extraño don de abrir a la trascendencia cualquier situación por medio de las llaves de la belleza, la bondad, la verdad, el bien, el ser.
Comments 2
Qué hermosa crónica!!!! Espero ansiosa la segunda parte.. tuve el privilegio de recibir en mi hogar y compartir la mesa con Don Edmundo, un caballero en toda su expresión, una enciclopedia con pies cómo dice mi hijo menor… sólo agradecer a Dios ésta hermosa posibilidad…
Gracias muy emocionante, no lo puedo creer que ya no esté entre nosotros, es la voluntad de Dios.