Muchos son los andantes, pero pocos los caballeros – Crónica del viaje con mi padre por España (2ª parte)

Para papá peregrinar por España, recorrer sus caminos, no era solo un trasladarse de un lugar a otro, sino más bien ir buscando en sí mismo la huella dejada en su alma por la historia de ese lugar, era un reencontrarse, un reconocerse. Porque aunque en algunos de los sitios visitados nunca había estado físicamente, su alma los había gustado hacía mucho y estaban guardados en su corazón como sus más preciados tesoros. Para que se comprenda un poco lo que quiero decir (que muy mal me estoy expresando) copio algunos fragmentos de un ensayo de su autoría titulado Esta hispánica historicidad (las negritas son mías).

La historicidad es propia del espíritu creado, que tiene principio y tiempo, pero que en su interioridad recoge una genealogía…

…No es mi derecho optar, porque no es mi libertad la que elige mi ser: soy lo que me han hecho ser mi Dios, mi Patria y mi Familia. Todo lo debo “¿Qué tiene tú, que no lo hayas recibido?”, me cuestiona San Pablo (1 Cor. 4, 7). Antes que sujeto de derechos, nací sujeto de deberes, debo una deuda que nunca alcanzaré a pagar del todo. No elegí ser: todo me lo regalaron, y por mis padres y la identidad de mi Nación, recibí siglos de civilización de los que no terminaré de ser consciente, pero están en mí: si no posesión actualizada, sí como obligación. Dios, Nación y familia no se eligen, ante ellos no soy libre, porque nunca podré pagarles tanto como les debo: por eso es bueno el sacrificio “por Dios y por la Patria”, como decían los héroes malvineros.

Porque todo eso recibido es mi riqueza. … Y los clásicos, los que no pasan de moda, los que fueron valiosos de una vez y para siempre, como los próceres y los mayores ejemplares, son el alimento transmitido, son mi herencia.

Cuando muy niño fui pastor:
“Estando yo en la mi choza,
pintando la mi cayada,
las cabrillas altas iban
y la luna rebajada…
(Romance de la loba parda, Siglo XIII.)

Como fui “pirata de cielo y mar” con Alberti:
“si no robé la aurora de los cielos,
si no la robé,
ya la robaré”
(Rafael Alberti: “Marinero en Tierra”, 1924.)

A los trece años puse música a la Serranilla:
“Moza tan fermosa
non vi en la frontera
como una vaquera
de la Finojosa”
(Iñigo López de Mendoza Marqués de Santillana, Serranilla, siglo XV)

para ir descubriéndome, adolescente, al repetir un clásico de hoy
“Converso con el hombre que siempre va conmigo
– quien habla solo espera hablar a Dios un día –…”
(Antonio Machado: Retrato, 1907)

Soñé atravesar
“El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana…
(Manuel Machado: Castilla, h. 1900)

aunque fuera a mi humilde manera de criollo:
“En un overo rosao,
flete nuevo y parejito…”
(Estanislao del Campo, Fausto: Impresiones del gaucho Anastasio el Pollo, 1866)

Pero modeló mi aspiración Don Quijote, y eso para siempre, porque hice mío el asalto a los Molinos de Viento, aunque me revolcaron cinco veces, con cinco cesantías y otras persecuciones
“Lo querían matar
los iguales,
porque era distinto”
(Juan Ramón Jiménez, Distinto)

siempre en defensa de causas perdidas, aparentemente, pero con la fe intacta en “el que no pierde batallas”, que
“Dios defenderá mi causa,
pues yo defiendo la suya”
(Pedro Calderón de la Barca, El Príncipe Constante, Jornada III, 1629)

Con Don Pedro de Mendoza desembarcamos en 1536 en tierras rioplatenses y, aunque veníamos “de tres reyes y ninguna reina” , emparentamos con caciques que nos dieron princesas por abuelas, y fundamos ciudades y nos multiplicamos en esta
“Humilde soledad, verde y sonora
de las extrañas ínsulas de allende
do un mar de grama en cielo añil se extiende
en profunda quietud aquietadora.
Pampa vibrátil, hija de la aurora,
desde el Río-Cual-Mar al Ande duende
nacida a ser, si su blasón no vende,
de la indígena América, Señora.”

(Leonardo Castellani, El Nuevo Gobierno de Sancho, Pragmática en soneto de don Quijote de la Mancha a su leal escudero Sancho el Único al mandarlo a regir la Ínsula Agatháurica, 1942.)

Y aquí permanecemos, a pesar de los gobiernos… Y así nos reconocemos: criollos de estirpe hispánica, que venimos de los que hicieron patria con su sangre y la de los agresores; que se gastaron en aulas y en papeles en aulas transmitiendo una herencia que nos honra conservar, porque sin ella no somos.
¿Cuál es mi tiempo? Me siento cómodo en los siglos de la Reconquista, en los tiempos de los Descubrimientos. Rezo con Juan de la Cruz y Teresa, o con Fray Luís y con Josemaría. Argumento con Vitoria. Me alegran Lope, Tirso y Calderón; me divierte y admira Quevedo, me conmueve Zorrilla , me identifico con Jiménez, me recreo con los Machado, y disfruto con Benito Lynch o con Juan Carlos Neyra, aprendo con Genta, Castellani y con Lilia Losada: “en cielo se oye hablar en español”. Todos, mis contemporáneos. Y yo también soy ellos.
¿Cómo es esto de la “historicidad”, dentro de lo Hispánico? Todos los tiempos son mi tiempo, todos los siglos mi siglo. (Córdoba (R. A.), Mayo de 2014).

¿Ahora se comprende lo que fue visitar España con este hijo de la hispanidad? Como para que compartan mi gozo, cuento un par de anécdotas, para mí inolvidables.
En el Museo del Prado, ante el famoso cuadro de El Greco, El caballero de la mano al pecho, gozamos con papá al recordar, revolviendo en su memoria, la siguiente poesía de Manuel Machado:

  • “Este desconocido es un cristiano
    De serio porte y negra vestidura
    Donde brilla nomás la empuñadura
    De su admirable estoque toledano.

    “Severa faz de palidez de lirio
    Surge de la golilla escarolada
    Por la luz interior, iluminada,
    De un macilento y religioso cirio.

    “Aunque sólo de Dios temores sabe
    Porque el vitando hervor no le apasione
    Del mundano placer perecedero.

    “en un gesto piadoso, y noble, y grave,
    La mano abierta sobre el pecho pone
    Como una disciplina el caballero”.

En el monasterio de San Lorenzo de El Escorial íbamos admirados por el contraste ente la majestuosidad de la Iglesia y demás construcciones del monasterio y la austeridad cruda de los aposentos reales, expresión fiel del espíritu de Felipe II. Y allí, nuevamente Manuel Machado, impreso en el alma de papá, nos dio palabras para expresar esa sensación trascendente.

  • “Nada más, nunca vi, sobrio y austero
    Que una litera de campaña que era
    Del César Carlos Quinto la litera
    Emperador de Universo Entero.

    “Un asiento nomás de duro cuero
    Sobre unas parihuelas de madera…
    Por toldo, un negro lienzo, a la manera
    Del más burdo y humilde carretero.

    “Mudo ante tan magnífica pobreza
    Del verdadero honor hallé el secreto
    De la apariencia en el desdén profundo.

    “Él no tenía que ostentar grandeza
    Ni fiar a oropeles el respeto…
    A él le bastaba ser dueño del Mundo”.

Y por este canto sublime a la austeridad como signo de la verdadera realeza, como por una escala, nos remontamos al modelo supremo de Cristo Crucificado, Rey de Reyes, Señor de Señores, que nunca fue más Rey que en la extrema pobreza y desnudez de la Cruz.
Aunque confieso que me dio un poco de vergüenza, por tonto respeto humano, me divertía mucho en Toledo viendo a papá preguntar a todos y cada uno de los guías turísticos si sabían dónde podía estar el antiguo Palacio de los Corregidores, en cuya escalinata estaba grabada la siguiente inscripción, tomada de las instrucciones de Don Gómez Manrique, corregidor, que las escribió para enseñar a regir a los Reyes Católicos. Ya la cara de los guías denotaba extrañeza, pero se tornaba en asombro cuando comenzaba a recitar los versos:

  • “Nobles, discretos varones
    Que gobernáis a Toledo:
    En aquestos escalones
    Desechad las aficiones,
    Codicias, amor y miedo.

    “Por los comunes provechos
    Dejad los particulares;
    Pues Dios os fizo pilares
    De tan riquísimos techos,
    Estad firmes y derechos”.

Lamentablemente nadie nos supo orientar y no pudimos encontrar dicho palacio.

Y como para resumir, celebrar la Misa junto a papá ante los restos de San Juan de la Cruz, en el Monasterio de San Pedro de Cardeña, sobre los mártires del Pueyo o en el camposanto de Paracuellos, pidiendo por España, por las almas de tantos abuelos nuestros, o visitar el Santuario de Torreciudad, emblema del Opus Dei (papá era super numerario) y poder confesarse en ese centro de Reconciliación; realmente fueron verdaderos momentos de eternidad. Pensar ¡cómo gozó papá al visitar la Ermita de Santa María de la Piscina!, perdida en las sierras riojanas; fuimos por el sólo hecho de haber sido construida por voluntad de nuestro abuelo Ramiro de Monzón en el s. XII ¡Cómo amaba a sus mayores, cuan deudor se sabía!

Por eso, el broche de oro del viaje fue sin duda el haber podido dar algunas conferencias sobre su amada España y la hispanidad. Era para él una necesidad, luego de recibir tantos dones de sus mayores, necesitaba transmitirlo a las nuevas generaciones. Y así, en los días que estuvo descansando en Tenerife, en el Club Náutico de Santa Cruz, dio una conferencia sobre “la obra de la hispanidad en las indias occidentales”, tema que luego desarrollo más ampliamente en las dos charlas que dictó en las jornadas de universitarios en Barcelona. A algunos jóvenes les impactó mucho su amor por España, al punto que al enterarse de su muerte dijeron que lo iban a tener como un intercesor por esta patria.

Por estas cosas que he contado y por infinitas más que se me escapan quiero agradecer a Dios. Ha sido un regalo demasiado grande, que pienso que tardaré mucho tiempo en terminar de saborear. En esto papá se me adelantó y está gozando eternamente. Quiero terminar estas líneas citando con algunas palabras que canta el salmista luego de contemplar las maravillas que hace Dios. Las cito, las hago mías y los invito a todos a hacer lo mismo.

¡Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia! … El que es sabio, que retenga estas cosas y comprenda la misericordia del Señor (Ps 107,1.43).

P. Tristán Gelonch Villarino, IVE

Comments 1

  1. Padre Tristán : Muy buena su crónica de viaje junto a su Padre. Yo creo que va ser un recuerdo difícil de olvidar, haber pasado los últimos días de vida con él.

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